Junte agrícola entre escuela pública y escuela privada
Por: Tatiana Feshold Ortiz, Décimo grado Colegio Rosa-Bell.
“Por fin llegó el día. Hoy compartiremos lo aprendido y nuestro huerto dará frutos en otra escuela”. Con ese pensamiento nos levantamos temprano el sábado 6 de octubre para visitar a la escuela elemental Manuel Fernández Juncos del pueblo de Juana Díaz. Los planes eran asistirlos en la creación de su propio huerto escolar. Meses antes, en abril del 2012, nuestro huerto salió en las páginas de este periódico cuando se reseñó nuestro triunfo en un certamen de proyectos ambientales escolares.
El artículo del periódico fue de gran ayuda para darnos a conocer. Fue por ese artículo que se hizo posible este junte entre la escuela elemental Manuel Fernández Juncos de Juana Díaz y el Colegio Rosa-Bell de Guaynabo.
Durante la última semana de agosto sembramos semillas de tomates,
pimientos, pepinillos, espinacas, sandías y repollo. Ya para octubre
las plantitas estaban listas para el trasplante. Fue emocionante saber
que parte de aquellas plantitas irían a convertirse en las primeras
plantas de otro huerto escolar. Sabíamos que estábamos cumpliendo un
sueño. Y ese sueño se hizo realidad en Juana Díaz. El viaje no fue tan
largo. Fue un día precioso de mucho sol y las montañas del sur del país
estaban pintadas de muchos tonos de verde. Durante el trayecto solo
pensábamos que en apenas un año manteniendo nuestro huerto ya se nos
daba la oportunidad de fomentar la creación de más huertos escolares.
Terminado el banco, estábamos listos para sembrar. El prof. Walter
Feshold orientó sobre cómo íbamos a proceder con la siembra. Los niños
estaban muy atentos. Nos arrodillamos ante la tierra, y pala en mano,
hicimos los hoyos donde pusimos las plantas. Añadimos un poco de
composta y solo faltaba regar con agua. Antes de levantarnos, el
profesor nos recordó la importancia de lo que estábamos haciendo. De
cómo nos debemos conectar con la tierra y de la buena vibra que hay que
tener cuando trabajamos el huerto.
Finalizada la faena, nos despedimos de quienes acabábamos de conocer. Los profesores se despidieron como si fueran amigos de toda la vida. Me imagino que sentían gran satisfacción por todo lo que habían hecho. Nosotros (Tatiana, Ervin y Jayson, estudiantes de décimo grado de Rosa-Bell) nos sentíamos igual. Por un día nos convertimos en maestros de niños más jóvenes y sentimos el poder del conocimiento y la satisfacción de compartirlo.